El movimiento “slow” en ingles,
en castellano despacio, es una filosofía
que nació en los años ochenta como rechazo al ritmo de vida acelerado que
todos conocemos. Esta nueva filosofía se trasladó a distintas esferas de la
vida cotidiana, dentro de las cuales está el turismo.
Cada vez son más las
personas que buscan esta forma de viajar, se trata de una manera distinta de disfrutar en
la que se evita el estrés, se busca una comunicación con los habitantes del
lugar y se conocen mejor los lugares que se visitan.
Una de las principales claves de esta filosofía del viajar lento, es la
defensa de la diversidad de las costumbres, de la gastronomía y del folclore de
cada lugar.
Varias son las ventajas del “slow travel” como por ejemplo, participar de
las actividades locales como es el caso de las peñas, pequeños festivales,
fiestas locales además de la posibilidad de crear un propio mapa escuchando las
opiniones y consejos de los locales.
Viajar lento, paso a paso…
Si queres vivir esta modalidad de viaje, el primer paso es elegir un
destino que sea posible conocer durante el tiempo de vacaciones con el que
contamos, de esta manera estaremos evitando la presión de tener que ir a acá para
allá por temor a perdernos algo. Es fundamental no marcarse horarios ni agendas
demasiado ajustadas.
La mejor modalidad de traslado es ir por tierra, viajando en auto con
nuestro propio ritmo disfrutando de las rutas y de los paisajes.
En cuanto al alojamiento, en vez de hospedarse en grandes hoteles, lo ideal
es quedarse en casas de familia para compartir las costumbres del lugar y tener
trato con los lugareños. Otra opción es hospedarse en alojamientos pequeños
manejados por sus dueños para tener un trato más personalizado.
Por supuesto que a la hora de comer, lo ideal es evitar los sitios
pertenecientes a las famosas cadenas de comidas rápidas como así también los
restaurantes donde se sirven platos internacionales eligiendo casas donde se
pueda disfrutar de la comida regional.
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